Primeramente intuyo que la gran mayoría de
vosotros ya sabéis lo que significa “La Tercera Vía”, politológicamente
hablando. Aún así, haciendo una breve
introducción de dicho concepto, este fue de suma importancia y relevancia con
la llegada al poder del partido laborista comandado por Tony Blair en 1997,
permaneciendo en el gobierno durante un periodo ininterrumpido de 13 años,
siendo así uno de los períodos de gobiernos socialdemócrata más longevo de Europa
(destacar aún así, los 14 años de
gobierno del PSOE, durante el período que abarca del 1982 – 1996, al mando de
Felipe González) y sirvió de modelo para el resto de partidos socialdemócratas
europeos, tanto los que estaban en el gobierno como los que estaban en la
oposición, siendo estos últimos partidarios de seguir el modelo de Blair para
ganar las elecciones de sus respectivos países.
La tercera vía representa una convergencia de
valores y concepciones económicas, adoptando así una postura más centralista y
no tan profundamente de izquierdas o bien, socialista, como podría tener
inicialmente el partido laborista. Con ella, se intentaba buscar un modelo
económico conocido como “socioliberal” y con este, se produce un movimiento
político hacia posturas más proclives a la reducción del intervencionismo
estatal sobre el libre mercado, o bien, los impuestos. Otro concepto clave
sería el de la concienciación ciudadana sobre la dependencia al Estado,
queriendo así hacer hincapié en la concepción de responsabilidad individual.
Centrándonos ahora en los resultados
empíricos de las elecciones, cabe preguntarse sí realmente la “Tercera Vía” fue
eso, un éxito, o un simple engaño producido por el sistema electoral británico.
Primeramente, analizando las elecciones de 1997, las primeras en las que el New
Labour conseguía una victoria, verificamos que tal partido consiguió un 43% de
los votos (sí tenemos en cuenta únicamente aquellos ciudadanos que depositaron
su voto en las urnas), reduciéndose ese porcentaje hasta el 33% si nos fijamos
en el total de ciudadanos con derecho a voto. Fue con este porcentaje, cuando el New Labour
consiguió el 64% de los escaños del Parlamento Británico forjándose así una
mayoría sólida dentro del Parlamento (que no real, si tenemos en cuenta que se
trata de un sistema mayoritario). Cuatro años más tarde, el Partido laborista
conseguía un 25% de votos sobre el total del electorado, reduciéndose así en 8
puntos porcentuales su anterior resultado, aunque éste afecto mínimamente su
traducción a escaños ya que pasaría de 418 representantes a 413. Su pérdida de
apoyo electoral fue en aumento con posteriores elecciones, llegando al 2005 con
un apoyo del 22% debido principalmente a la disminución de la participación en
los comicios, especialmente en los sectores de la clase trabajadora, pero aún
así mantenía su hegemonía en el Parlamento Británico con un 55% de los escaños.
El descalabro llegó en las elecciones de 2010, cuando el Partido Laborista
perdía su hegemonía y únicamente conseguía un 29% de apoyos entre los
ciudadanos que habían depositado su papeleta, fijándose así el fin de gobiernos
laboristas.
Así pues, observando los datos que aquí hemos
citado, cabe preguntarse si realmente fue tan demoledor el éxito de la Tercera
Vía como realmente nos quieren vender, y sí es así, formularse una segunda
pregunta del porque las clases más populares de Gran Bretaña negaron su apoyo a
tales políticas, siendo estas las bases del Partido Laborista en el siglo
anterior. Finalmente ¿realmente lo reclamaba la ciudadanía?
Completando todo lo citado con anterioridad, y relacionándolo con este artículo del País, hacer hincapié en una última reflexión
de dónde está actualmente la Tercera Vía.
http://elpais.com/diario/2011/06/26/domingo/1309059036_850215.html
Alejandro López y Helena Martínez
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